El Reno que No Podía Volar (Cuento de Navidad)
El Reno que No Podía Volar
(Cuento de Navidad)
En el Polo Norte, todos los renos de Santa Claus se preparaban para la gran noche. Todos menos uno: Pepito. Pepito era un reno pequeño, con un hermoso pelaje marrón pero unas enormes patas que le provocaban un gran problema: Pepito no podía volar.
Mientras todos los demás renos practicaban sus saltos y vuelos, Pepito se quedaba al margen, observando desde el suelo. “No puedo hacerlo”, pensaba tristemente, mientras veía a los otros renos elevarse al cielo con facilidad. “Nunca podré volar como ellos”.
Una noche, Santa Claus notó que Pepito se veía preocupado y se acercó a él. “¿Qué te pasa, pequeño renito?” le preguntó Santa con una sonrisa. Pepito, con la cabeza baja, le explicó que no podía volar y temía que no fuera de ayuda en la gran noche de Navidad.
“Pepito, no te preocupes,” dijo Santa Claus con paciencia. “Cada uno de ustedes tiene un don único, y todos tienen algo especial para ofrecer. No es necesario que todos vuelen por igual, pero si haces tú parte con corazón, serás indispensable.”
Esa noche, cuando llegó el momento de partir, Santa Claus preparó su trineo y los renos se alinearon. Pero, al intentar despegar, algo extraño ocurrió: el trineo no se movía. “¡Oh no! Parece que hay demasiada nieve en el camino y el trineo está atascado”, exclamó Santa. Todos los renos intentaron jalar el trineo con todas sus fuerzas, pero no se movía.
Entonces, Pepito se adelantó. “¡Déjenme intentarlo!” dijo con valentía. Todos los renos lo miraron sorprendidos, pero confiaron en él. Pepito se acercó al trineo, respiró profundamente, y con un gran esfuerzo, comenzó a empujar el trineo con toda su fuerza. Sorprendentemente, aun con su pequeño cuerpo, pero con sus enormes patas, logró empujar el trineo hacia adelante.
El trineo comenzó a moverse y, poco a poco, comenzó a despegar. Santa Claus aplaudió emocionado. “¡Eso es, Pepito! ¡Usaste tu don único!” Todos los renos celebraron, y Pepito sintió una alegría inmensa al ver que, aunque no podía volar, su valentía y su característica única fueron lo que realmente ayudaron esa noche.
Desde entonces, Pepito nunca más dudó de sí mismo al reconocer que cada quien tiene un valor único. Además, aprendió la importancia de aceptar sus propias diferencias y a utilizarlas para marcar la diferencia en el mundo.
Autor: Fernando Hernández Jiménez
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